Consulta el estudio "Sueños y aspiraciones de l@s mexican@s"
realizado con la ayuda de GAUSSC y Lexia, en formato PDF haciendo
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En el otoño de 2010, otoño del bicentenario, nexos emprendió un proyecto largamente acariciado: medir las aspiraciones de los mexicanos. ¿Qué sueñan, qué esperan, qué anhelan, repudian o añoran de su país y de ellos mismos? ¿En qué confían, cómo se definen frente al futuro y frente al pasado? ¿Quiénes son aquí y ahora, más allá de generalizaciones sociológicas y estereotipos históricos?
La tarea fue emprendida mediante un amplio estudio de rango nacional. Un primer componente fue cualitativo, hecho por la empresa Lexia, en grupos de discusión (open groups), con entrevistas a gente de todos los niveles socieconómicos, ocupaciones y edades, en todas las regiones del país. El otro, cuantitativo, fue una encuesta levantada por la empresa Gaussc en mil 794 hogares, durante la última semana de noviembre del año 2010.
El estudio cualitativo ofreció las guías para el cuestionario de la encuesta cuantitativa y dio el marco para la interpretación. La encuesta identificó nueve dimensiones de la sensibilidad nacional mexicana: las aspiraciones y problemas básicos de los mexicanos, los factores que inhiben el futuro deseado, el esfuerzo requerido para alcanzar los sueños buscados, la forma en que los ciudadanos se ven a sí mismos, la forma en que ven el país, la potencialidad de México en el orden mundial, el estado del nacionalismo revolucionario, los niveles de acceso y consumo de información.
Los resultados del estudio arrojan varias sorpresas.
La primera es el profundo individualismo. En proporción abrumadora los mexicanos creen en sí mismos más que en el país donde viven. Todo o casi todo lo esperan de su propio esfuerzo, poco o nada de la calidad política, económica o social de la nación que han construido.
A falta de un sueño común o una visión solidaria que vincule los destinos individuales, los mexicanos tienden a poner sus sentimientos de pertenencia en la familia. No existe más, si alguna vez existió, algo parecido a un sueño o una aspiración común, un sueño mayoritario que comparta siquiera la mitad más uno de los mexicanos. Se diría que la unidad nacional ha volado en pedazos.
La apuesta al propio esfuerzo y el refugio en la familia como mundo nuclear, dibuja, con fuertes trazos, la imagen de un ciudadano que desconfía correlativamente de sus elites dirigentes, en particular del gobierno, y mira hacia el país con un sentido crítico acusado que incluye el resentimiento de creerlo un país rico y no haber recibido suficiente de él.
La confianza casi irrestricta en sí mismo y la desconfianza radical en el Estado y sus instituciones arrojan el perfil de lo que provocativamente hemos llamado un liberal salvaje, queriendo decir con ello que estamos frente a un ciudadano que no reconoce en el fondo otro ethos que el del bienestar personal y familiar, ni otro derecho que el de resolver su vida con los medios a su alcance, perjudiquen éstos o no a su comunidad y a su nación.
La segunda gran revelación de este estudio es que, en sustitución de la unidad de propósito y la cohesión nacional de que México presumió alguna vez, se han configurado en estos años de la democracia y la pluralidad al menos cinco temperamentos mexicanos, en muchos aspectos incompatibles entre sí: cinco variedades de identidad, sensibilidad y proyecto.
Buscando nombrar estos perfiles de la identidad mexicana, hemos acuñado cinco categorías no académicas, de aire más bien lírico, cuya descripción es parte central de este informe. Esas categorías son las siguientes:
1. Nostálgicos tradicionalistas: 30% de los mexicanos; 2. Soñadores sin país: 25%; 3. Pesimistas indolentes: 20%; 4. Optimistas sobre el futuro: 16% de la población; 5. Nacionalistas inconformes: 9%.
El estudio dibuja también al menos tres sensibilidades regionales distintas y en algunos aspectos también incompatibles entre sí. Corresponden a los mexicanos del norte del país (de la frontera con Estados Unidos al principio del Bajío), los del México del centro (del Bajío al Altiplano) y los del México del sur (de las costas de Guerrero y Yucatán a las fronteras con Belice y Guatemala).
El hallazgo final que desprendemos de nuestro estudio es un dibujo del alineamiento partidario al que en general corresponden los distintos perfiles temperamentales del país.
El estudio ha sido realizado, como ya se dijo, por Lexia y Gaussc, bajo la respectiva dirección de Guido Lara y Manuel Rodríguez Woog, pero hubiera sido imposible sin el generoso patrocinio de Walmart, BBVA Bancomer, la Bolsa Mexicana de Valores y GNP (Grupo Nacional Provincial).
Ofrecemos a continuación los resultados del estudio, según el siguiente orden de los hallazgos mencionados:
1. Individuo y familia.
2. País y gobierno.
3. Variedades de la identidad mexicana.
4. Sensibilidades regionales.
5. Sensibilidades políticas.
1. El liberal salvaje: Individuo y familia
Pocas veces podrán encontrarse en una encuesta valores tan altos y contundentes como los referidos al individualismo de que dan cuenta las respuestas de los mexicanos 200 años después de fundada su nación.
En el mes de noviembre de 2010, en que fueron levantadas las encuestas, 90% de los mexicanos consultados dijo tener confianza en que podía cambiar su propia vida, 86% dijo no tener aspiraciones colectivas sino individuales, y 81% declaró que su familia estaba en sus intereses antes que su país.
Los mexicanos dicen saber a dónde van (69%) y tener una cultura de triunfadores (64%). Sin importar lo que hagan ricos y poderosos, dicen, ellos se sienten capaces de alcanzar sus sueños (64% de los encuestados). Dado que en México “cada quien jala por su cuenta” (63%), el esfuerzo personal de cada quien es más importante que el esfuerzo de todos como país (63%). Así las cosas, los mexicanos se declaran, mayoritariamente, dispuestos a hacer todo lo que pueda traerles beneficios, aunque su conducta no se los traiga al país (61%).
¿Qué quiere mayoritariamente este individualista consumado? Quiere bienes terrenales: mejorar económicamente, ser propietario y dar bienestar a su familia (55%) (ver gráfico 1).
Los mexicanos encuentran consuelo y esperanza en su familia, idealizada como el refugio donde sí se encuentra apoyo y se pueden compartir valores, penas y miedos tanto como alegrías y éxitos. La familia brinda un asidero social elemental y el motivo para salir a luchar por algo y por alguien en un mundo donde cada quien jala por su cuenta.
La falta de compromiso con una entidad social más amplia que la familia tiene sus efectos: se complica asumir un sueño común más allá de la inmediatez del círculo primario (ver gráfico 2).
Adelante ofrecemos la visión que ese liberal salvaje tiene de su país y su gobierno. Anticipamos, por lo pronto, la fractura que hay en su mirada respecto de las aspiraciones que reconoce como propias y las que a su juicio tiene el país. Son miradas divergentes.
Como hemos apuntado arriba, cuando los mexicanos definen su principal aspiración en la vida, el 55% está referido a “tener estabilidad y mejora en el empleo” (23%), “bienestar para la familia” (16%) y “tener propiedades” (16%). A este ámbito de intereses podría agregarse un vago, pero también individualísimo anhelo de “realización personal” (7%). Inmediatamente debajo de los intereses materiales aparece el anhelo de tener buena educación (14%) y acceso a servicios de salud (10%). Finalmente, en el 10% inferior de las aspiraciones individuales encontramos el deseo de que al país le vaya mejor (9%) o de ser buen ciudadano (1%) (ver gráficos 3 y 4).
Muy distinto, esquizofrénicamente distinto se diría, es el orden de los bienes que los mexicanos quieren para el país ideal que tienen en la cabeza. No quieren para éste las mismas proporciones de vida próspera que anhelan para sí mismos, sino una vida política de mayor calidad implícita en las aspiraciones de tener un país “seguro, sin violencia” (36%), “sin corrupción” y con buen gobierno (14%), que “cuide el medio ambiente” (3%), y con igualdad de derechos (1%). En total, un 56% de lo que podría entenderse como reclamo de “buen gobierno”.
Las categorías relativas al bienestar personal, que en las aspiraciones individuales son enormes, en las nacionales ocupan un lugar relativamente modesto con “empleo y desarrollo” en un 23%, “moderno” (2%) y “libre” con un 1%. En total, 26% (ver gráfico 5). Conviene subrayar de estas comparaciones lo que hemos advertido antes, una de las condiciones más significativas del momento por el que atraviesa la sensibilidad mexicana: la fractura entre el orden de las aspiraciones individuales y el orden de las aspiraciones colectivas. La visión que los mexicanos tienen de su país y su gobierno, que exponemos a continuación, no hacen sino corroborar esta fractura. Si la imagen que los mexicanos tienen de sí mismos es optimista y segura de sí, la que tienen de su país y su gobierno es desesperanzada, resentida y crítica.
2. El liberal salvaje: País y gobierno
Una mayoría considerable de mexicanos (74%) piensa que su país no está estancado sino en movimiento, pero ésta es quizá la única idea mayoritaria positiva que tiene sobre el país donde vive y de la clase dirigente que lo conduce. México se mueve, no está estancado ni retrocede, salvo en la opinión minoritaria (26%), pero está muy lejos de ser el país que ha soñado el 72% de los mexicanos. Siendo un país rico que tiene todo para salir adelante (68%), México no ha sido generoso con sus hijos pues el 70% de los mexicanos cree que no le ha tocado nada de la riqueza del país. Una impresionante mayoría piensa que el país les ha quedado a deber (65%), que va por mal camino (62%), que es peor que aquel en que vivieron sus abuelos (57%) y que es un barco a la deriva (56%) (ver gráfico 6).
Una mayoría también notable (61%) cree que los mexicanos tienen un sueño común, una aspiración nacional compartida. Pero cuando se pregunta por el sentido de ese sueño, las respuestas se fragmentan: 18% dice querer un México justo; 15% un México honesto y respetuoso de la ley; 14% un México educado; 12% un México igualitario; 10% un México desarrollado económicamente. Otras respuestas suman 31% (ver gráfico 7).
Veamos algunos de estos rasgos en mayor detalle, empezando por la percepción mayoritaria de que el país se mueve, no está estancado. Mediante el uso de la metáfora del país como un automóvil de cuatro velocidades, incluyendo neutral y reversa, se preguntó a los encuestados en qué velocidad va la marcha del país. La respuesta mayoritaria fue que el país se mueve en segunda velocidad (32%). Sólo el 16% dijo verlo estancado, en neutral, y 10% cree que va en reversa (ver gráfico 8).
La opinión de que el país va por mal camino es muy mayoritaria (62%), al igual que la impresión de que es un barco a la deriva (56%) (ver gráficos 9 y 10).
No todo es culpa del gobierno y la clase política. Cuando se habla de qué tanto contribuye el entrevistado al deterioro de la situación del país, una parte significativa de la ciudadanía asume cierta responsabilidad: 46%, casi la mitad, acepta contribuir al deterioro de la situación nacional.
Como se ha dicho antes, los mexicanos creen que pueden hacer cosas para cambiar su situación personal: 90%. En contraste, sólo 53% opina que puede hacer algo por cambiar la situación del país. A pesar de la disparidad en los porcentajes, es importante resaltar que los mexicanos, en su mayoría, se sienten capaces de influir en el futuro, se consideran agentes de cambio.
Los mexicanos perciben deterioro o mejora, y en alguna medida se asumen con cierta corresponsabilidad. Sin embargo, la confianza colectiva para influir en el cambio no tiene el peso necesario para influir decisivamente en el rumbo del país. Prevalece la idea de que en todo caso “mi país es mi familia”, pequeña patria que sí se puede cambiar con el propio esfuerzo (ver gráficos 11, 12 y 13).
Existe una creencia generalizada de que México es inmensamente rico: 68% de los mexicanos opina que el país lo tiene todo para salir adelante. Su potencial mayor, para el 33% de los encuestados, es, en general, la gente (5% la “gente con carácter”), seguido de un 32% que señala los recursos naturales (9% “petróleo” y 1% “recursos materiales”). Subrayamos el hecho de que sólo 2% de los mexicanos cree que México tenga riqueza en sus gobernantes, deslinde cuya expresión en términos de desconfianza veremos adelante con alarmante precisión (ver gráfico 14).
Pero aunque México es un país rico, su población no: 70% percibe que no ha recibido nada o casi nada de esta enorme riqueza del país, que le queda a deber a los mexicanos (65%) (ver gráfico 15).
Frente a estas percepciones mayoritarias del mal rumbo y el mal reparto de la riqueza en que se encuentra el país, vuelve a manifestarse la fractura entre la mirada hacia la situación personal y la mirada a la situación colectiva, pues aunque los mexicanos creen mayoritariamente que el país va mal, también declaran mayoritariamente (54%) que su situación en noviembre de 2010 era mejor que la de 10 años antes (ver gráfico 16).
Sorprendentemente, en los estratos rurales hay una valoración más positiva de la situación actual en comparación con la vivida hace 10 años. El hecho es que en relación con su situación personal el mexicano tiene una visión más favorable que la que tiene sobre el país. Quizá por ello los mexicanos piensan, en primera persona del plural, que sí saben a dónde van, 69%, aunque también afirmen, como se ha visto, que el país, en tercera persona, no tiene rumbo (ver gráfico 17).
Ver el vaso medio vacío o medio lleno, no por ser un lugar común deja de ser pertinente como recurso analítico y pone en evidencia otra faceta de la división existente entre los mexicanos: 50% tiene una visión optimista, en mayor o menor medida; y la otra mitad ve las cosas con una óptica pesimista1 (ver gráfico 18).
Los mexicanos, como se ve, están divididos en sus percepciones. El reto para los líderes del país: articular un sueño común, conciliar aspiraciones individuales y colectivas, hacer explícito el puerto al que se quiere llegar, que necesariamente deberá atender la satisfacción de aspiraciones individuales y de calidad de la vida cotidiana.
No será tarea fácil porque el punto de partida en la relación de los mexicanos con sus gobernantes y, en un sentido más amplio, con sus clases dirigentes, presenta un deterioro que es el mayor de todos los registrados por la encuesta. Empecemos por ver lo que los mexicanos creen que México necesita “para salir adelante”. El rubro de carencia más grande es directamente la falta de “buen gobierno”, con 27%, pero a esa noción de buen gobierno podrían añadirse otros rubros, íntimamente conectados en el imaginario público a la tarea de gobernar bien, tales como “unión, responsabilidad, compromiso” (14%), “honestidad” (11%), “acuerdos políticos” (4%), “seguridad” (4%) y “apoyo a la gente” (3%). Puesto todo junto, podemos decir que un 53% de los mexicanos reclama el buen gobierno como la ausencia mayor en México. Un segundo grupo de acciones que normalmente se asocian a tareas de gobierno podría añadir a este 53% los rubros de “inversiones” (11%), “empleos” (9%) y “educación” (5%), para un total de exigencia de buenos frutos gubernativos del 25%, lo que llevaría la exigencia de buen gobierno a un elevado 78% (ver gráfico 19).
Veamos ahora el cuadro de los personajes a quienes los mexicanos otorgan su confianza, que muestra la profundidad de la fractura entre los sentimientos de la nación y sus figuras dirigentes emblemáticas.
Al ser preguntados sobre a quién dejarían, en caso de necesidad, el cuidado de sus hijos, los mexicanos del bicentenario no otorgaban confianzas superiores a un dígito ni a sus soldados (7%), ni a sus presidentes (6%), ni a sus empresarios (5%), ni a sus jueces (4%), ni a sus actores (3%), ni a sus banqueros (3%), ni a sus periodistas (2%), ni a sus policías (2%) ni a sus diputados (1%), ni a los políticos del PRI (0.70%), ni a los del PAN (0.70%) ni a los del PRD (0.30%), ni a nadie (2%). Es la sociedad de la desconfianza (ver gráfico 20).
No hay diferencias en el orden por grupos: todos confían más en maestros, médicos y ministros de culto. Algunas diferencias son:
Los hombres tienden a confiar más en el presidente que las mujeres; mientras que las mujeres más en los ministros de culto que los hombres.
Los niveles socioeconómicos altos confían menos en los ministros de culto; mientras que los niveles bajos confían más en estos personajes.
Las clases medias típicas tienden a confiar más en los maestros que el resto; las altas más en empresarios y las populares más en los jueces que los otros niveles.
Pero nada de esto cambia el orden general de confianza/desconfianza.
Por edad, ocupación o estrato rural y urbano no hay diferencia significativa.
Es notable que los personajes en los que los mexicanos depositan su confianza sean los tradicionales del siglo XIX, aquellos no asociados a las elites ni políticas ni económicas modernas, hallazgos que refuerzan la hipótesis de una ausencia de sólidos vínculos comunitarios más allá de los pequeños y estrechos lazos familiares. El Estado se diluye en el horizonte de lo familiar y lo local, casi parroquial. Los personajes relacionados con la política (el presidente, el juez, los policías, los diputados y los miembros de los partidos) no alcanzan más del 6% de confianza. Los liberales salvajes creen casi nada en su gobierno.
3. Variedades de la identidad mexicana
Los mexicanos pueden pensar lo mismo, pero lo piensan de maneras distintas. Esta encuesta ha detectado cinco tipologías, cinco maneras diferenciadas de soñar, aspirar, valorar la situación individual y del entorno. Las tipologías difieren entre sí por la valoración que hacen del rumbo del país y de los mexicanos, de la velocidad con la que México se mueve, de lo que inhibe las aspiraciones, de la autoconfianza para cambiar, del esfuerzo necesario para lograr los sueños, de la imagen que se tiene del país a futuro, de los factores idiosincráticos en contraste con las realidades del mundo contemporáneo, de la capacidad de acceso y consumo de información.2 Las tipologías son las siguientes:
Nostálgicos tradicionalistas: Constituyen el 30% de los encuestados. Suelen creer que el pasado fue mejor, que los mexicanos carecen de rumbo, que los sueños son inalcanzables y que se ha arraigado entre nosotros una mentalidad de perdedores. Consideran, en cambio, que el país es mejor y más grande que su gente: creen que los ciudadanos le han quedado a deber a México. Sostienen, de hecho, que el país se mueve con rumbo (74%) y que cuenta con lo necesario para convertirse en potencia mundial (38%). Entre ellos priva la noción de que los esfuerzos personales no bastan: aunque el 61% considera que en México cada quien jala por su cuenta, el 54% sostiene que las aspiraciones sólo se podrán cumplir cuando se emprenda un esfuerzo colectivo.
Los nostálgicos tradicionalistas pertenecen a los estratos económicos bajos. El 40% se ubica en los niveles socioeconómicos D+ y D/E, que según los criterios mercadológicos corresponden a las clases populares. Se trata de un grupo formado en su mayor parte por mujeres y amas de casa (56%), así como por personas mayores de 50 años (29%). En esa franja sin jóvenes prácticamente no existe acceso al consumo de información.
En las aspiraciones personales de los nostálgicos tradicionalistas los temas relacionados con bienes materiales son prioritarios. El 52% cree que el principal problema de los mexicanos está en la crisis económica, el alza de precios, el desempleo y la pobreza. Aspiran, sin embargo, a un México educado como rasgo principal para el país. Sintomáticamente, el cuidado de los ancianos forma parte del México de sus sueños.
El 49% de los nostálgicos tradicionalistas habita en el centro del país, el 28% en el sur/sureste y el 23% en el norte.
Soñadores sin país: He aquí al 25% de los mexicanos: jóvenes de entre 25 y 34 años que forman parte de las clases medias y proceden, en su mayoría, de zonas más urbanas que rurales (niveles socioeconómicos C y D+). Este temperamento cuenta con fuerte presencia en el centro (42%), pero es al que adscriben más habitantes del norte del país (40%).
El 85% de los ocupantes de esta franja cree que los mexicanos saben a dónde van, pero que México no tiene rumbo: a diferencia del grupo anterior, sienten que la nación le ha quedado a deber a su gente. Con todo, perciben que el país se mueve más rápido que lo que opina el resto de los grupos (75%). Para ellos los sueños pueden hacerse realidad, pues los mexicanos poseen cultura de triunfadores. Más que los nostálgicos tradicionalistas, se sienten en posesión de alguna capacidad de cambio.
Los soñadores sin país tienden a tener poco acceso a la información y no muestran gran interés en los asuntos nacionales. No privilegian, tampoco, aspiraciones personales específicas: más que en poseer lo básico, aspiran a que México sea mejor y ocupe puestos relevantes a nivel mundial (46%).
Los principales inhibidores del futuro son para ellos la mala calidad de la educación y del empleo, la corrupción, el incumplimiento de la ley y la falta de esfuerzo conjunto de los mexicanos. Su México ideal sería uno seguro, en el que el rasgo principal fuera la justicia. Sólo el 18% de este grupo radica en el sur/sureste.
Pesimistas indolentes: Este temperamento comprende al 20% de los mexicanos. Se trata del grupo de mayor poder económico: 64% pertenece a los niveles socioeconómicos AB/C+ (clases altas y medias altas) y 14% al C (la clase media típica). El 91% pertenece al estrato urbano y el 55% radica en el centro del país. El pesimismo indolente se caracteriza por un alto consumo de información y un notable interés en los asuntos nacionales: mientras al 51% le interesa, a secas, lo que ocurre en México, el 38% de ese grupo confiesa interesarse en esos temas “algo” o “mucho”. Hablamos de un grupo en el que tiende a haber más hombres, profesionistas y ejecutivos. Hablamos del grupo más bancarizado de la nación y en el que la proporción Círculo Café (la parte más informada y consumidora de noticias de la sociedad) es mayor.
Los pesimistas indolentes comparten la idea de que el país va por mal camino, no se mueve o se mueve en reversa. Comparten la idea de que México se encuentra lejos del país deseable. Su México ideal sería uno con oportunidad de empleo y con economía en buen estado. Las metas prioritarias: realización personal y bienestar para su familia.
La educación es el rasgo más importante en el país que este tipo de mexicano desea habitar. El grupo considera los valores educativos como mecanismo fundamental de la movilidad social.
Optimistas sobre el futuro: Un 16% de los mexicanos cree que el país se mueve en tercera o cuarta velocidad. No sólo considera que México tiene rumbo y dirección: sostiene que la situación ha mejorado si se compara con la que vivieron sus abuelos, y afirma que los mexicanos se están aproximando al país de sus sueños. Es una de las franjas que cree con mayor certeza que México no necesita de Estados Unidos para desarrollarse (56%).
En este temperamento, fincado sobre todo en las clases populares (27%), se ubica uno de los porcentajes más altos de jóvenes de entre 15 y 24 años (34%). Los optimistas sobre el futuro afirman tener la capacidad de cambiar no sólo su situación personal y la de su familia, sino de mejorar la situación general de México. No creen que la mala educación, la corrupción, la falta de esfuerzo conjunto y la baja calidad de los empleos sean obstáculos que impidan el logro de las aspiraciones. Su esfuerzo personal, más que el colectivo, puede convertirse en vehículo que mueva al país entero. El 86% cree que México tiene todo para salir adelante.
Este grupo comparte con los pesimistas indolentes la idea de que la educación es un motor de cambio fundamental: el 20% aspira a tenerla y considera sus valores como el rasgo principal del México deseable.
Los optimistas sobre el futuro sólo necesitan cuatro paredes para trazar el futuro: creen que una vivienda adecuada es lo que se necesita para tener mejor calidad de vida. El dato es significativo: 33% radica en el sur/sureste y forma parte del grupo con mayor presencia en esa región.
Nacionalistas inconformes: Una minoría reacia a mirar el futuro conforma el sector más crítico de las instituciones y de la situación del país. Los nacionalistas inconformes representan al 9% de los mexicanos. El 95% cree que el México de sus abuelos fue mejor, el 51% considera que el país se mueve en reversa o no se mueve, y el 86% opina que México se halla lejos de los sueños y las aspiraciones. El 58% pertenece al nivel socioeconómico D (clases bajas o populares). Es el grupo con mayor presencia de jóvenes de entre 15 y 24 años (35%). El 45% habita en el centro, el 29% en el sur/sureste y el 26% en el norte.
Para ellos las instituciones son el inhibidor principal de las aspiraciones. El mayor mal de México: la corrupción. A diferencia de los nostálgicos tradicionalistas, que creen que el esfuerzo colectivo puede destrabar el desarrollo, estos desencantados del presente se sienten obligados a emprender esfuerzos solitarios. Sostienen que México tiene todo para salir adelante, pero lamentan que a la población le importe más el futuro que el rescate del pasado. El 71% cree que México puede progresar sin ayuda de Estados Unidos.
En este grupo hay escasa presencia de Círculo Café. Los nacionalistas inconformes tienen el porcentaje más alto de población rural y el menor grado de bancarización. Su acceso a la información es menor que el promedio. Lo mismo su interés en los temas nacionales.
A nivel personal, para este temperamento es prioritario contar con buen empleo. Los rasgos recurrentes en el país de sus sueños: un México igualitario en el que se respeten las leyes y los ciudadanos sean honestos. Un país sin corrupción (ver gráficos 21 y 22).
4. Sensibilidades regionales
En las diferentes visiones de México no sólo se cruzan géneros, edades y niveles socioeconómicos. Las miradas cambian de matiz según la región que se habite. En el sur/sureste hay más optimistas sobre el futuro que nacionalistas inconformes. En el norte hay más soñadores sin país, que pesimistas indolentes. Estos cambios de coloración en las sensibilidades regionales hablan de un predominio de tipologías en zonas específicas (ver gráfico 23).
Nuestro análisis revela que tanto el rumbo personal como el rumbo del país son mejor valorados en el sur/sureste: los habitantes de esa zona consideran que la situación es mejor ahora que hace 10 años. Ahí, al igual que en el norte, la población tiende a ser más optimista que en el centro, en donde se recogen las opiniones más críticas. En el centro priva, por ejemplo, la noción de que el país no se mueve o va en reversa; reina la visión de un México en el que cada quien se ve obligado a jalar por su cuenta.
Los niveles de optimismo no son lo único que distingue a las regiones. Los mexicanos del norte sueñan con un México seguro; los del sur/sureste, con uno sano, solidario, soberano, igualitario, feliz. En el centro, el ideal es un país con buen gobierno, educado y desarrollado económicamente.
A pesar de sus diferencias, las regiones comparten una sensación: a los mexicanos les ha tocado poco de la riqueza de México. Este sentimiento (8% en el centro, 9% en el norte) es menos pronunciado en el sur/sureste, en donde el 16% cree que le ha tocado algo o mucho de esa riqueza. En el sur/sureste se comparte la idea de que los ciudadanos son más ricos-menos pobres que el resto del país. No es extraño que ahí predomine la certeza de que no es México quien está en deuda con los ciudadanos, sino que son los ciudadanos quienes están en deuda con México (ver gráfico 24).
En términos de sensibilidades, aparece un matiz controvertido: en el norte, en donde el principal reclamo es la seguridad, se tiende a confiar más en los soldados. En el sur/sureste, donde se exige un México solidario, la confianza gira en torno de los ministros de culto. En ambas zonas figuran maestros y doctores entre los personajes más confiables (ver gráfico 25).
5. Sensibilidades político electorales
La encuesta revela de manera incontestable que la sociedad mexicana se encuentra de espaldas a sus partidos políticos. Desdibujados en retóricas sin contenido, hundidos en un espectro de visiones negativas, los institutos políticos, salvo por algunas asociaciones básicas, no logran identificarse con las aspiraciones personales ni las concepciones del país que tienen los mexicanos. El mapa que los vincula con las expectativas ciudadanas revela claramente la magnitud de esa fractura. Se registran tres puntos de identificación general: el PRD viene a la mente de quienes tienen como rango de aspiración un México igualitario; el PRI es mencionado por los que aspiran a obtener lo básico para vivir con tranquilidad; el PAN es identificado, sobre todo, con los mexicanos cuya prioridad es habitar un país educado. Estos puntos de vinculación están más asociados con experiencias recogidas en el pasado que con ideas relacionadas con el futuro.
En términos de lo que le conviene al país del futuro: a) “que el PAN continúe”, b) “que regrese el PRI” y c) “que llegue el PRD”, el regreso del PRI no está asociado con ningún rasgo en particular; la llegada del PRD se relaciona con cierta idea de un México más justo y solidario, y la continuidad del PAN con la idea de un México honesto e integrado al mundo. Un indicador notable es que quienes desean para el futuro un país desarrollado económicamente, educado, igualitario y que ofrezca lo básico para vivir con tranquilidad, no tienen una idea clara de lo que le conviene al país en términos político electorales.
El espejo tiene dos caras. Cuando se pregunta qué es lo que menos le conviene al país para el futuro: a) “que el PAN continúe”, b) “regrese el PRI” y c) “que llegue el PRD”, aparecen rasgos deseables que son vinculados con alguna de estas posiciones. Los que no quieren que el PAN continúe es porque aspiran a un México justo; quienes admiten como inconveniente el regreso del PRI al poder, desean un México honesto, seguro y educado; los que rechazan la llegada del PRD no están asociados con ningún rasgo en particular. Por lo demás, quienes desean un buen gobierno no descartan opciones, y tampoco se asocian con el rechazo de alguna en particular.
De cara a 2012, la sociedad también se muestra segmentada. Los optimistas sobre el futuro aparecen asociados con la idea de que lo que más conviene es que el PAN continúe en el gobierno. Los pesimistas indolentes y los nostálgicos tradicionalistas gravitan en el mapa en posiciones cercanas tanto al PRI como al PRD. Los soñadores sin país, que en 2012 podrían ser quienes inclinen la balanza, parecen alejados de la idea de que lo mejor es que el PAN continúe; coquetean con la vuelta del PRI. La irrupción de “otro partido“, mencionado espontáneamente en la encuesta como la opción que más conviene al país (su componente fundamental es de simpatizantes petistas-lopezobradoristas), se halla más cerca de los nacionalistas inconformes.
Los pesimistas indolentes, cuyo perfil permite vincularlos con los mexicanos que en 2000 dieron el triunfo a Fox —y en 2006 se lo quitaron a López Obrador—, parecen ahora desencantados del PAN, aunque ignoran qué opción es la que más conviene al país. En alguna medida están pensando en que el PRI regrese, pero no descartan que sea conveniente la llegada del PRD.
También en términos político electorales aparecen matices sobre el futuro deseable. Los mexicanos del sur/sureste, más que en otras regiones, tienden a decir que el mejor escenario es que llegue el PRD. Es esa región donde se apunta con mayor frecuencia que conviene el ascenso de otro partido, preponderantemente el PT.
En el norte es donde más se piensa en la continuidad del PAN; en el centro, la gente ignora lo que conviene. La vuelta del PRI no es característica de alguna región en especial.
1 La construcción del perfil optimista o pesimista al que se refiere en el estudio se deriva de analizar una serie de variables de la encuesta: si el entrevistado opina que vive mejor que sus padres, si percibe que sus hijos vivirán mejor que él, y una evaluación retrospectiva de la situación actual comparada con la de hace 10 años. Todo esto en contraste con la valoración del rumbo del país y la velocidad con que se mueve.
2 Las dimensiones que caracterizan cada uno de los tipos de mexicanos son:
1) Velocidad del país: mide la percepción sobre el camino en que se encuentra el país e incorpora una reflexión retrospectiva en la que se compara la situación actual con la vivida hace dos generaciones (los abuelos del informante). También registra la percepción de cercanía —o lejanía— en que se encuentra el país de los sueños del entrevistado. En el eje se juega con la metáfora de la velocidad a que se mueve el país, como si fuera un auto: si se está moviendo, si no se mueve o si de plano va en reversa.
2) Inhibidores de futuro: define qué tanto se perciben como inhibidores para el logro de los sueños de los mexicanos temas como la corrupción, la calidad de la educación y de los empleos, el cumplimiento con la ley y el esfuerzo de los mexicanos.
3) Autoconfianza para cambiar: identifica la confianza de los mexicanos de que pueden cambiar su vida, la de su familia y, de manera más ambiciosa, el rumbo del país para lograr sus aspiraciones.
4) Esfuerzo para lograr sueños: Dimensiona el peso que tiene, para el logro de las aspiraciones de los mexicanos, el esfuerzo colectivo frente al esfuerzo individual.
5) Mexicanos con rumbo: este eje vincula la opinión que el individuo tiene, en primera persona del plural, sobre el rumbo de los mexicanos, su sueño común y espíritu triunfador, con la factibilidad de hacer realidad los sueños.
6) País con rumbo: define, en tercera persona, que México es un país con rumbo al cual los ciudadanos le deben.
7) Potencia mundial: caracteriza la ubicación de los mexicanos respecto a lo que les gustaría que sucediera con el país. Sobre la base de que México cuenta con todo para salir adelante, puede optar por el ideal de tener lo básico para vivir tranquilos o ser una potencia mundial.
8) Nacionalismo revolucionario: en este eje se contrasta el peso del futuro respecto del pasado, así como la convicción de que en ese futuro México puede, sin Estados Unidos, convertirse en una potencia mundial siempre y cuando se trabaje en equipo.
9) Acceso a la información: sintetiza las variables socioeconómicas y las variables que caracterizan al Círculo Café (escolaridad, consumo de información e interés sobre los asuntos nacionales).
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