La calle, históricamente es el espacio publico por excelencia del peatón, el salón de reunión donde conviven todos los ciudadanos, donde se juega, se conversa, se comercia, se flirtea, se transmiten noticias y chismes, se encuentran y conocen los novios y amantes, se educan, juegan y hacen amigos los niños y jovenes, donde se entretiene el pueblo con merolícos, saltinbánquis y prestidigitadores, poetas y trovadores.
Ya es hora de regresarle al peatón su reinado en la calle, pongámosle limitaciones al auto, fomentemos la movilidad en transporte publico de calidad y en medios alternos no motorizados como bicicletas, caminata, patines., démosle al auto el cargo de lacayo, no el de rey soberano absoluto.
Articulo de Carlos Elizondo Mayer-Serra
publicado el 6 Ago. 09 - en Reforma
El sábado 20 de junio Estela fue proyectada cerca de 2 metros por un auto. Murió en el instante. Su pecado fue utilizar la ciclopista que cruza el Periférico poco después de la Fuente de Petróleos. Este puente, como muchos otros en el Periférico, obliga al peatón o al ciclista a subir varios metros para cruzar los carriles centrales del Periférico, para luego irlo a depositar en una lateral en la cual se circula a alta velocidad. No hay tope. No hay líneas peatonales. Hay negligencia criminal por parte de las autoridades.
Hubo otra víctima: la conductora. Una señora de 51 años de edad que según la nota del Reforma se detuvo en estado de shock inmediatamente después del accidente. Es una lateral complicada. Una distracción te puede llevar a matar a alguien y pasar el resto de tu vida con esa muerte en tu conciencia.
Ahogado el niño, ni siquiera tapan el pozo. Simplemente hay una bicicleta pintada de blanco en la banqueta. Extraña señal. No queda claro qué comunica. En algunos días las autoridades se esfuerzan un poco más, a la mexicana. Un policía parado todo el día que medio ayuda a quien pretende cruzar. La solución de fondo, proteger al peatón o al ciclista mediante puentes completos que crucen la lateral, no se ha dado. Su majestad el vehículo automotor gobierna sin restricciones la ciudad. No hay para qué gastar en los pobres súbditos, los peatones y ciclistas.
La regla de convivencia básica en nuestras vialidades es la cantidad de lámina. Entre más peso más poder. El peatón y el ciclista traen poco peso. No tienen cómo defenderse. Esta regla es similar a la que se da en casi todas las relaciones sociales en México, donde importa el dinero o la cantidad de gente organizada, la cual normalmente se compra con dinero. No suele haber derechos para los más débiles.
La velocidad a la que va un auto, en general, tampoco depende de las reglas, sino de las restricciones físicas, topes y tráfico. Cuando no hay restricciones, se suelen violar los límites. La ciudad es un poco más segura en las muchas horas donde el conductor tiene que ir lento. Un aumento de 5% en la velocidad lleva a un aumento de cerca del 20% en los accidentes con víctimas mortales. Cuando un auto va por debajo de los 30 km por hora el peatón tiene un 90% de probabilidades de sobrevivir. Esa probabilidad baja al 50% si el auto que lo atropella va a más 45 km por hora.
Nos alarma la horrible muerte de cerca de 50 niños en una guardería en Sonora. Por lo menos no hemos perdido del todo la capacidad de enojarnos. Nos enojan y asustan los muchos asesinatos que ocurren en la Ciudad de México. Sin embargo, más niños mueren atropellados en México que en las guarderías. Hay más muertos en incidentes viales que homicidios en el Distrito Federal. En el mundo, los traumatismos causados por el tráfico son la principal causa de muerte de quienes tienen entre 15 y 29 años.
Los que tienen voz y poder tienen coche y raras veces caminan. No les importa lo que le pase al peatón. El resto de los anónimos súbditos corre por su vida o vive apretado en un microbús. La única satisfacción que tienen es ver cómo el microbús se venga de su vulnerabilidad echándole la lámina al coche de lujo que osa cruzársele en el camino.
Para recuperar la calidad de vida en la ciudad hay que darles derechos a todos los que circulan. Por ejemplo, el auto debe cumplir el dejar pasar a los peatones en las vueltas, como marca el reglamento. Esto entorpece el tráfico y molesta a su majestad, pero es de elemental justicia. Además, sólo así nos iremos bajando del auto y empezaremos a convivir con los otros en las calles.
No se trata de tener mejores reglamentos. Los nuestros son probablemente tan buenos como los mejores del mundo. Lo que se necesita es tener policías que los hagan cumplir e infraestructura que propicie mejores comportamientos. Los policías hoy simplemente ya ni se ocupan de todas las agresiones al peatón. Ellos también tienen que protegerse de su majestad el auto. Estamos todos tan acostumbrados a violar esa parte del reglamento que ya ni la vemos como delito. El gobierno, por su lado, tiene obras más vistosas que un simple paso peatonal o alguna protección efectiva contra los peatones que cruzan avenidas complicadas.
Todavía hay más mexicanos sin auto. En principio nada sería más favorable a las mayorías que limitar la soberanía del auto. Obligarlo a respetar el reglamento, aunque pase más tiempo en el tráfico. Pero en nuestra democracia suele tener más peso el que más pesa.
elizondoms@yahoo.com.mx
publicado el 6 Ago. 09 - en Reforma
El sábado 20 de junio Estela fue proyectada cerca de 2 metros por un auto. Murió en el instante. Su pecado fue utilizar la ciclopista que cruza el Periférico poco después de la Fuente de Petróleos. Este puente, como muchos otros en el Periférico, obliga al peatón o al ciclista a subir varios metros para cruzar los carriles centrales del Periférico, para luego irlo a depositar en una lateral en la cual se circula a alta velocidad. No hay tope. No hay líneas peatonales. Hay negligencia criminal por parte de las autoridades.
Hubo otra víctima: la conductora. Una señora de 51 años de edad que según la nota del Reforma se detuvo en estado de shock inmediatamente después del accidente. Es una lateral complicada. Una distracción te puede llevar a matar a alguien y pasar el resto de tu vida con esa muerte en tu conciencia.
Ahogado el niño, ni siquiera tapan el pozo. Simplemente hay una bicicleta pintada de blanco en la banqueta. Extraña señal. No queda claro qué comunica. En algunos días las autoridades se esfuerzan un poco más, a la mexicana. Un policía parado todo el día que medio ayuda a quien pretende cruzar. La solución de fondo, proteger al peatón o al ciclista mediante puentes completos que crucen la lateral, no se ha dado. Su majestad el vehículo automotor gobierna sin restricciones la ciudad. No hay para qué gastar en los pobres súbditos, los peatones y ciclistas.
La regla de convivencia básica en nuestras vialidades es la cantidad de lámina. Entre más peso más poder. El peatón y el ciclista traen poco peso. No tienen cómo defenderse. Esta regla es similar a la que se da en casi todas las relaciones sociales en México, donde importa el dinero o la cantidad de gente organizada, la cual normalmente se compra con dinero. No suele haber derechos para los más débiles.
La velocidad a la que va un auto, en general, tampoco depende de las reglas, sino de las restricciones físicas, topes y tráfico. Cuando no hay restricciones, se suelen violar los límites. La ciudad es un poco más segura en las muchas horas donde el conductor tiene que ir lento. Un aumento de 5% en la velocidad lleva a un aumento de cerca del 20% en los accidentes con víctimas mortales. Cuando un auto va por debajo de los 30 km por hora el peatón tiene un 90% de probabilidades de sobrevivir. Esa probabilidad baja al 50% si el auto que lo atropella va a más 45 km por hora.
Nos alarma la horrible muerte de cerca de 50 niños en una guardería en Sonora. Por lo menos no hemos perdido del todo la capacidad de enojarnos. Nos enojan y asustan los muchos asesinatos que ocurren en la Ciudad de México. Sin embargo, más niños mueren atropellados en México que en las guarderías. Hay más muertos en incidentes viales que homicidios en el Distrito Federal. En el mundo, los traumatismos causados por el tráfico son la principal causa de muerte de quienes tienen entre 15 y 29 años.
Los que tienen voz y poder tienen coche y raras veces caminan. No les importa lo que le pase al peatón. El resto de los anónimos súbditos corre por su vida o vive apretado en un microbús. La única satisfacción que tienen es ver cómo el microbús se venga de su vulnerabilidad echándole la lámina al coche de lujo que osa cruzársele en el camino.
Para recuperar la calidad de vida en la ciudad hay que darles derechos a todos los que circulan. Por ejemplo, el auto debe cumplir el dejar pasar a los peatones en las vueltas, como marca el reglamento. Esto entorpece el tráfico y molesta a su majestad, pero es de elemental justicia. Además, sólo así nos iremos bajando del auto y empezaremos a convivir con los otros en las calles.
No se trata de tener mejores reglamentos. Los nuestros son probablemente tan buenos como los mejores del mundo. Lo que se necesita es tener policías que los hagan cumplir e infraestructura que propicie mejores comportamientos. Los policías hoy simplemente ya ni se ocupan de todas las agresiones al peatón. Ellos también tienen que protegerse de su majestad el auto. Estamos todos tan acostumbrados a violar esa parte del reglamento que ya ni la vemos como delito. El gobierno, por su lado, tiene obras más vistosas que un simple paso peatonal o alguna protección efectiva contra los peatones que cruzan avenidas complicadas.
Todavía hay más mexicanos sin auto. En principio nada sería más favorable a las mayorías que limitar la soberanía del auto. Obligarlo a respetar el reglamento, aunque pase más tiempo en el tráfico. Pero en nuestra democracia suele tener más peso el que más pesa.
elizondoms@yahoo.com.mx
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