26 Agosto, 2011 - 02:43
CREDITO:Gabriel Quadri de la TorreAcelerar la urbanización del país es un imperativo de competitividad y eficiencia, de sustentabilidad ambiental y de lucha contra la pobreza. Pero eso requiere cambiar códigos tanto de política para el campo, como de vivienda y desarrollo urbano. De acuerdo con el censo del 2010, todavía 24% de la Población Económicamente Activa vive del sector rural tradicional. Tiene una bajísima productividad y, por tanto, genera menos de 3% del PIB, pero ocupa más de las tres cuartas partes del territorio nacional (OCDE. 2006. “Rural Policy Reviews: Mexico”).
Es la fórmula perfecta de pobreza y marginación, desigualdad, ineficiencia en el uso del territorio y destrucción ecológica. La Sagarpa, a través de sus programas de subsidio, mantiene y cubre las pérdidas de una agricultura en quiebra económica, social, demográfica y ecológica. La productividad y el ingreso crecen con la urbanización. Las sociedades, regiones y países más desarrollados son en general aquellos plenamente urbanizados.
Aquí y en China. La ciudad no hace pobre a la gente; atrae a gente que era muy pobre en el campo y le ofrece oportunidades y mejores condiciones de vida. Los inmigrantes del campo siempre son más pobres que las generaciones ya urbanizadas.
Entonces, debe acelerarse deliberadamente la migración campesina hacia las ciudades, a la par que se satisface la demanda orgánica de vivienda generada por la evolución demográfica de la propia población urbana. ¿Qué tiene que ver el Infonavit en todo esto? En México, la política urbana del gobierno federal es un subproducto no intencionado de la política de vivienda y el Infonavit es su ejecutor.
En realidad, el Infonavit es el ministerio de desarrollo urbano del gobierno federal, función que ejerce sin saberlo, a ciegas, y con resultados catastróficos. Sería insensato así, acelerar la migración campesina a las ciudades. Hacer vivienda es hacer ciudad y sin una política de desarrollo urbano que apunte a ciudades eficientes y compactas y, por tanto, dinámicas, competitivas y sustentables, México galopa al despeñadero urbano, social y ambiental.
El Infonavit ostenta haber otorgado desde el 2000, más de 4 millones de créditos para vivienda, virtualmente, sin ningún tipo de visión urbana, provocando la dilución de centralidades, una explosión caótica de implantes monotemáticos de viviendas en colmenas aisladas y una ocupación dispersa y extensiva del territorio.
Se trata en su inmensa mayoría de viviendas cercenadas de las ciudades; sin accesibilidad mínima ni servicios elementales, y en entornos estériles, donde se han eliminado los valores de proximidad y convivencia, desmadejado el tejido social, impuesto severos costos de transporte y movilidad a la población, así como trasladado a los municipios cargas inaceptables. No por casualidad, más de la cuarta parte de las viviendas del Infonavit se encuentran desocupadas o abandonadas. Claro, es lo más barato y la justificación, pero los costos sociales o externalidades son brutales.
México ha repetido así, en una versión lumpen, la fuga hacia los suburbios observada desde la posguerra en Estados Unidos: inducción de casas unifamiliares en propiedad (sólo factibles en los suburbios) por medio de millones de hipotecas baratas, gasolina subsidiada, decadencia de las áreas centrales de las ciudades y privilegio al automóvil con bajas densidades y sistemas de transporte público precarios.
Es una política antiurbana, expresamente, de desmoronamiento de ciudades. El Infonavit no da créditos a campesinos, pero sembrando el caos, los incapacita para acogerlos de manera ordenada y productiva.
Campo y ciudad. Debe romperse con el coto sectorialista en la Sagarpa y transformar buena parte los subsidios al campo en una plataforma de capacitación, emigración e inserción productiva de excampesinos en las ciudades. El Infonavit debe fusionarse con la Conavi y reconocerse y asumirse así, formalmente, como Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda, facultada para adquirir y gestionar reservas territoriales urbanas y polígonos de actuación, y para financiar y desarrollar, sólo ahí, infraestructura y servicios, y vivienda vertical integrada a las ciudades.
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Los malos resultados de buenas intenciones, un demoledor articulo que exhibe la estupidez burocratica y de los politicos progresistas
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