Prácticamente el séptimo aumento al precio de la gasolina ya es historia porque en unos días llega el octavo. Vaya restando el incremento a la gasolina, de sus ingresos personales. No queda de otra, así fue, es y seguirá siendo.
Desde hace 20 meses, cada segundo sábado de inicio de mes, la gasolina y el diesel aumentan algunos centavos, con la finalidad de reducir el subsidio, mismo que especialistas calculan entre 100 mil y 130 mil millones de pesos anualmente.
Para ubicar este dato en perspectiva: el subsidio representa entre 3 y 4% del presupuesto del país para 2011.
El golpe es directo al bolsillo de los ciudadanos, puesto que no recae en nadie más que en el consumidor la responsabilidad de cargar con la eliminación gradual del subsidio.
Con el regreso a los deslizamientos mensuales de los precios de las gasolinas y el diesel, de diciembre del 2009 a julio del 2011, la gasolina Premium pasó de de 9.57 a 10.38 pesos por litro; la Magna de 7.77 a 9.32 y el diesel de 8.16 a 9.68.
El subsidio al precio de la gasolina tiene sus seguidores –incluyendo algunos representantes del sector popular – y las autoridades se han negado a eliminarlo esgrimiendo que sin él la economía sería volátil; entre los argumentos en contra, se esgrime el peligro que la inflación se dispare.
Sin embargo, el hecho de que la mayoría de la gasolina consumida en el país sea importada, genera grandes costos al gobierno federal porque debe cubrir (subsidiar) las variaciones del precio de acuerdo con lo establecido en los mercados internacionales.
Por lo mismo, se argumenta que sería mejor que de una buena vez este subsidio regresivo - poco útil a los propósitos de caminar hacia ciudades sustentables, de impulsar sistemas de transporte urbano, y aliviar el tráfico - fuera disminuido o bien eliminado.
Y es que en los últimos cinco años, los mexicanos han pagado, en promedio, 11.3% menos por litro de gasolina que lo que pagan los estadounidenses, de cuyo país proviene casi la mitad de la gasolina que se consume en México.
Hasta ahora, el gobierno ha optado por no cobrar el precio real de la gasolina al consumidor sino, por el contrario, subsidiarla. Aún con la política de deslizamientos, en el 2011, el subsidio a la gasolina costará entre 100 y 130 mil millones de pesos.
Efectos del subsidio a la gasolina
Para empezar, el subsidio contribuye al crecimiento del parque vehicular en nuestras ciudades (algo que también se explica por el aumento en el ingreso de los hogares, la reducción en el precio de los vehículos, y un diseño urbano poco amigable al peatón y al ciclista), aumentando la congestión vehicular, la contaminación del aire, los problemas de salud, etcétera.
Por su peso en las arcas nacionales, el subsidio a la gasolina limita que puedan destinarse recursos para grandes proyectos de infraestructura, que obviamente no incidan en el aumento del uso del automóvil particular.
El subsidio también alienta el desarrollo horizontal de las ciudades; crea suburbios.
En efecto, las ciudades tienden a ocupar mayores territorios cuando el recorrer grandes distancias no está asociado a una gran carga económica para el usuario, fundamentalmente porque sabe que cuenta con un combustible barato.
En sociedades desiguales como la mexicana, el subsidio a la gasolina “premia” a quienes optan por movilizarse en auto particular, especialmente a los propietarios de vehículos más grandes y, por lo mismo, que consumen más combustible.
Además, como el tamaño de los automóviles aumenta, así como el número de cilindros, el hecho de subsidiar a la gasolina provoca que crezca la contaminación en las ciudades.
El subsidio a la gasolina representa una medida regresiva: las personas de mayores ingresos se benefician de manera desproporcionada. En sus ingresos el costo del combustible representa una reducida proporción.
La gasolina tiene un costo de producción, que se debe pagar, ya sea vía los bolsillos de los ciudadanos de manera directa, o indirectamente cuando el gobierno lo subsidia.
El cubrir dicho costo tendría que ser responsabilidad de quienes la adquieren, en efecto, todos aquellos que usan el auto, habiendo otros medios para moverse.
¿Y si no existiera el subsidio?
En primer lugar, eliminar el subsidio funciona como incentivo para que la población busque opciones para moverse, para reducir el impacto que significa continuar siendo visitante frecuencia de las gasolineras.
En Estados Unidos, cuando el precio de la gasolina subió hace un par de años, muchos ciudadanos usaron menos el automóvil; se subieron al camión, al metro, pidieron aventón, caminaron, o se quedaron en casa.
De dicha experiencia también se conoce que un ajuste al precio de la gasolina de manera temporal, devuelve al punto anterior. Esto es, cuando el precio de la gasolina va en picada, los ciudadanos vuelven a sacar las Suv’s.
En segundo lugar, al eliminar el subsidio, y teniendo en cuenta lo que significa el gasto en gasolina en los ingresos disponibles de los usuarios de automóvil propio, éstos buscarían modelos más económicos y menos contaminantes.
Por otra parte, un estudio del profesor Charles Courtemanche de la Universidad de North Carolina señala que, al menos en Estados Unidos, un incremento de 1 dólar en el precio de un galón de gasolina se traduce en una reducción de un 10% en las tasas de obesidad nacionales. Sí, quitar el subsidio a la gasolina mejora el nivel de salud.
Por último, sería más eficiente usar el dinero que hoy se destina a subsidiar la gasolina en transformar/mejorar el sistema de transporte público o para promover la construcción de viviendas más densas y cercanas.
Al final
No es imposible terminar de golpe con el subsidio a la gasolina pero la política de deslizamiento es una forma menos crítica para, eventualmente, llegar a que el consumidor pague su costo real. Cuando esto suceda, poniendo fin al subsidio, los recursos liberados permitirán tener mejores ciudades.
El gobernante con visión urbana busca activamente reducir el uso del automóvil, lo que implica decisiones impopulares, como limitar los estacionamientos disponibles, promover que más de una persona viaje en cada auto o elevar los costos de la gasolina.
Por supuesto que el alza gradual – o brusca – de la gasolina perjudica los costos de transporte no sólo de particulares sino de todos los sectores, como el empresarial, con los consecuentes impactos sobre los productos que venden y exportan. Sin embargo, el pagar por el costo real de la gasolina obliga a todos los afectados a buscar una logística y medios de transporte más económica y eficiente y otras formas de incrementar su productividad.
Todo lo que sucederia es altamente deseable, es como si Santa Clause te cumpliera toda tu carta de peticiones.
Seria un castigo a la dependencia en la movilidad individual en auto, a la expansion horizontal de la ciudad que obligara a los usuarios del auto a reconsiderar sus decisiones de donde vivir, donde trabajar y como transladarse. En el mediano plazo las ciudades tenderian a densificarse verticalmente y a compactarse horizontalmente, a tener uso mezclados de suelo y a fomentar los medios alternativos de movilidad no motorizada y el uso del transporte publico organizado en un sistema coherente y coordinado.
Seria un paso en la direccion correcta para internalizar algunas de las externalidades negativas del uso del auto. Seria un cambio positivo en la asignacion de recursos fiscales para una mayor equidad y un mayor beneficio social para la mayoria, especialmente si esos recursos se asigna a la creacion y mejora de sistemas de transporte publico, en sus diversos medios de transporte colectivo.
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