Reviso la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y no encuentro por ningún sitio el derecho a estacionarte. Entiendo que habrá quienes consideren que no contar con un lugar para guardar sus coches sea equiparable a una tortura, pero de eso a que el Estado deba garantizar nuestro “derecho al estacionamiento” hay un gran trecho. Y sin embargo, hay legisladores y cabildos empeñados en lograrlo.
Un vistazo rápido a los reglamentos de construcción de cualquier ciudad mexicana demuestra como nuestros políticos promueven la construcción de islas de concreto alrededor de cada nuevo inmueble. Lo típico es exigir cuando menos un cajón de estacionamiento por cada nueva casa-habitación, asumiendo que toda familia mexicana debe tener auto (¡que viva el Mexican Dream!). Esto por supuesto encarece la vivienda, reduce el espacio habitable e incentiva la adquisición de autos. La normativa parece decirle al desarrollador: “Aunque los hijos de sus clientes se amontonen en literas, el lugar del coche es tan intocable como el sanitario”.
- Foto de Livia Corona
La especificidad de este tipo de reglamentos llega a niveles ridículos. Vean por ejemplo, el Reglamento de Construcción de Mexicali (pdf), que exige dos cajones de estacionamiento por cada línea de boliche o por cada mesa de billar, o el de Saltillo (link), que requiere 10 cajones por cada salón de preparatoria, o el de Hermosillo (pdf), que pide un estacionamiento por cada cuarto de motel.
Si lo analizan, verán que estas normas están diseñadas para cubrir el peor escenario posible. Nuestros legisladores y regidores exigen el estacionamiento que sería necesario si todos los establecimientos estuviesen a su máxima capacidad de manera simultánea y permanente. ¿A poco los billares están llenos por la mañana? ¿Por qué asumir que todos los bolichistas deben desplazarse en coche? ¿En serio tantos estudiantes de prepa necesitan ir a clases en automóvil particular?
Y seamos honestos. Los moteles podrán tener un uso intensivo en Hermosillo, pero dudo que sea para tanto.
Que no sean presumidos.
Lo cierto es que hay pocos destinos más ineficientes para el bien más escaso de una ciudad, que es la tierra y los espacios abiertos. Piensen por ejemplo en el típico estadio de fútbol americano de una ciudad de Estados Unidos. Hay tan solo 16 partidos al año, la mitad jugados en otras ciudades, y sin embargo continúan creando moles como estas:
Hay algo fundamentalmente mal con este modelo. Según Eran Ben Joseph, aproximadamente el 10% de la superficie de las ciudades de Estados Unidos ya está cubierta por planchas de concreto para guardar automóviles. ¡Hay aproximadamente 105,200,000 cajones de estacionamiento en ese país! ¿En serio queremos continuar importando esta forma de “hacer ciudad”?
El asunto tiene profundas implicaciones. Cuando una persona considera sus alternativas de transporte, toma en cuenta la dificultad que tendrá para “aterrizar”. Quien pedalea, se pregunta si encontrará donde amarrar su bici, y quien tiene avión, se preguntará si habrá aeropuerto. La escasez de “puestos de aterrizaje” hace que en principio, el modo más competitivo para movernos sea caminar. Quien se mueve en su Dodge Patas simplemente llega y listo. Por supuesto, la ventaja de caminar se reduce significativamente en la medida en que las distancias crecen.
¿Pero por qué motivo han crecido tanto las distancias promedio de viaje?
Si bien una razón tiene que ver con el crecimiento demográfico de la ciudad, esta causa no es la única. Además de que ya somos más, cada uno de nosotros ocupa más espacio que hace décadas. Piénsalo, tus padres encontraban todo lo que necesitaban a poca distancia. Quizá hacían sus compras en la tienda de Don Gus, ubicada en una esquina a unas cuadras de tu casa. Ahora tu vas al Sams, que ocupa un par de cuadras pero que está ubicado a kilómetros de distancia. En lugar de que te acerquen las cosas, el nuevo modelo de desarrollo urbano exige que seas tu quien se desplace. En lugar de buscar el inmueble más cercano, buscan el inmueble más amplio… al cabo que la gente puede llegar manejando. Como resultado, las ciudades se han desparramado físicamente y la densidad promedio ha caído estrepitosamente.
Hoy casi todas las construcciones que edificamos están pensadas para gente que llegará a ellas en coche. La prioridad dada al automóvil puede apreciarse con gran facilidad:
Multiplica por mil lo mostrado en el esquema anterior, y tienes una ciudad en la que caminar parece extraño. Trata de llegar caminando a Santa Fe o a Perisur y entenderás el punto.
Nuestras autoridades solidifican y aceleran este proceso cuando legislan para garantizar “el derecho al estacionamiento”. Si bien los seres humanos somos naturalmente golosos consumidores de espacio, la política de nuestros gobiernos hace todo menos ponernos a dieta. Por supuesto que voy a preferir moverme en coche, si la escuela queda a 20 kilómetros, no hay buen transporte público, y además tengo un estacionamiento gratuito garantizado por el Estado. Los urbanistas podrán decir misa sobre el impacto de mi decisión en el tráfico, en la contaminación, en la accidentalidad, en la pérdida de escala humana, y en la transformación de nuestras urbes en triste y sombrías masas de concreto. Todo eso importa madres, mientras tenga mi estacionamiento asegurado.
Déjenme les doy un ejemplo reciente para que quede claro. El pasado 3 de marzo entró en vigor la nueva Ley de Establecimientos Mercantiles del Distrito Federal (pdf). Entre las novedades, está que los comercios deberán
“proporcionar estacionamiento gratuito a sus clientes con comprobante de consumo, por un lapso de dos horas de estancia”.
Los asambleístas incluso se dieron el lujo de hablar del “derecho a las dos horas de gratuidad”. Chale. Populismo de asfalto puro.
De pronto, todos aquellos argumentos acerca de desincentivar el uso del automóvil en el Distrito Federal suenan huecos. ¿Se acuerdan de Martha Delgado, por ejemplo, afirmando que el peaje de la famosa Supervía “minimiza el tráfico inducido y funciona como un congestion charge al encarecer el uso del automóvil” (Reforma, 27/09/2010). Bueno, pues los ilustres asambleístas del DF acaban de tirar el argumento de la Secretaria por la borda. Resulta que quien quiera ir en coche a Santa Fe podrá utilizar la supervía, pagar los $26 pesos de peaje, y ahorrarse cuando menos la misma cantidad con lo del estacionamiento gratuito. Digamos que el GDF te ofrece un “paquete-embotelles”. Buen deal, ¿no?
Pero no se preocupen. Seguramente esta Ley también forma parte del “plan inteligente, integral y bien pensado”, que tanto presumen.
Posdata 1: Gracias a @amorfo descubro que en Pachuca también se legisló para requerir dos horas de estacionamiento gratuito. Se está haciendo moda.
Posdata 2: Si saben de algún diputado o regidor que esté interesado en aprobar leyes y reglamentos similares, háganle un favor a su ciudad y recomiéndenle este video:
Interesante nota de Onésimo Flores sobre la esquizofrenia urbanistica de los ignorantes y populistas politicos del DF y otras ciudades.
Quieren una ciudad amable al peaton y permiten se construyan obras faraonicas para el auto, quieren disminuir los congestionamientos y oblogan a los establecimientos mercantiles y edificios habitacionales a integrar estacionamiento que atraera mas autos. Es como querer ahuyentar a las moscas de la cocina poniendo un plato con miel para que lleguen.
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